Sin palabras, quedamos elididos de la realidad. Vivos pero ausentes: fósiles. Huellas, sin conciencia ya de lo que somos.
No queda de nosotros más que lo indecible, un silencio lúgubre y completo. La soledad más exacta.
Con el tiempo he intuido por fin que no era a las palabras a las que había que preguntar, sino a su «sustancia»: a su significado «esencial», cristalino. El efecto concreto, el agarre firme que tienen sobre nosotros y sobre nuestra visión del mundo. «La marca indeleble que dejan en nuestra mente», como escribió Giosue Carducci (...)
Incendiar lo real y no contentarnos con sus cenizas: eso es lo que significa «sentir» las palabras que nos queman por dentro.
Andrea Marcolongo
Etimologías para sobrevivir al caos
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