miércoles, septiembre 13, 2006

El día que Rufina conoció a Natasha o Todavía hay esperanza.

Sus miradas lo revelaban: eran unas desconocidas. A qué había venido ese ser tan distinto, se preguntaba Natasha, quién era, qué quería, esas preguntas la perturbaban. Rufina ya había visto otros como Natasha, la otra vez en el parque, pero no habían llamado su atención. Ahora era diferente, Natasha robaba la atención que consideraba le pertenecía.

Finalmente nos marchamos de casa de Gaby, donde vive Natasha, donde camina sobre parqué pulido y come gerber tres veces al día, donde cada vez que le toca baño le rocían sus orejitas con gotas para huron y donde roba las carteras de los visitantes. Salimos del departamento y al fin Rufina se siente libre aún cuando le pongo en su cuellito la correa junto a un hueso que lleva su nombre y el teléfono de la casa. Se le ve ahora contenta ha dejado de gruñir y ha optado por los ladridos para comunicarse.

Hace tiempo que Gaby y yo somos amigas, quisimos exterder la amistad. Ahora E. y J.A. también son amigos. Salimos de cuando en cuando a tomar café o a comer pizza. Pensé que la amistad sería extensiva también a nuestras mascotas. Su primer encuentro no fue fácil. Tal vez los hurones reservan su amistad a los humanos, tal vez los perros también. Tal vez algún día sean amigas y podamos salir los seis a caminar. Todavía hay esperanza.

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