jueves, junio 02, 2016



A los bebés, si se les rapa el cabello antes de que cumplan un año, se tardan mucho en poder hablar. Así le pasó a mi papá –recuerda mi tía, su hermana mayor–.  A él lo raparon de bebé y no habló sino hasta que cumplió 5 años. Mi tía es 6 años mayor que mi papá. Se hizo cargo de cuidarlo mientras mi abuela salía a trabajar. Tuvo que esperar 5 años para poder platicar con él; para que sus tardes en casa fueran menos silenciosas.

A los niños, si se les rapa el cabello, les crece más sano y grueso. Aunque esto no siempre funciona. A mi hermano, que en sus primeros años de vida gozaba de una cabellera lacia y abundante, (existen muchas fotografías que lo demuestran), un día decidieron raparlo  (también existen fotografías que lo demuestran) para que le creciera aún más bonito. Nunca le creció igual después de esto. Tampoco él nunca más fue el mismo, se volvió solitario y taciturno. 

En los hombres de mi familia, el cabello y las palabras tienen lazos profundos y misteriosos. 

A las mujeres de mi familia nos gusta creer que al próximo bebé que nazca, si no se le rapa, no se sumirá en el silencio, sino podrá expresar sus sentimientos y pensamientos



   

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