martes, agosto 26, 2014




En mi casa, que se llama Ítaca, las horas pasan como pequeños rasguños blancos. Cuando salgo, no olvido atar a la puerta un largo hilo que me acompaña y marca mi camino, el cual enredo entre mis dedos para volver.  Tocan a la puerta más no abro, no quiero ver sus ojos. Canto suavemente canciones para que sepan que sí estoy.  Por la noche acerco a mis oídos caracoles; yo también quisiera escuchar algo que venga del mar.  


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