Las ciudades y los tributos
El viajero llega a M y la falsa idea de que en M cualquiera se puede quedar, tomar esposa y criar hijos, es una de sus primeras impresiones. Con el tiempo descubre que M pide tributos simples y que pareciera que cualquiera está dispuesto a pagar. A éste le pide un caballo amarillo, a aquél su completa devoción, , a otro sus amigos, a tal familia sus tierras y camellos, a aquella su humildad, al individuo de allá su padre y madre, al que está sentado en el café de la esquina, su capacidad para saltar. Y así los tributos varían, sin una consistencia aparente, sino como consecuencia de la volubilidad de M.
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