martes, noviembre 30, 2010




A la solitaria combatiente, derrotada y sedienta le corresponde recoger los restos de sus armas y retirarse. Se despide del lugar que le ha pedido su sangre como ofrenda. Le hubiera gustado triunfar en la batalla, ser heroína por tan sólo esta vez. Nuevamente fue herida, salió a luchar creyendo en la esperanza; contemplando los amarillos campos a los que se adentraba. Se retira agotada. Vuelve a casa nuevamente, y nuevamente enciende la chimenea. La casa es fría cuando vuelve; en algún momento se torna tibia y acogedora. Contempla el fuego mientras espera que pase la noche y que se curen sus heridas. Sabe que la única manera de aceptar la derrota es creer que algún día de cielos azules y nubes esponjadas triunfará en medio de bosques y flechas.



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