martes, septiembre 08, 2009


Mi puño en su mano.

Llovía, era tarde de tormenta. El roce de sus dedos en la cara anterior de mi mano. Hubo un tiempo en que la piel de nuestras palmas se tocaban, las líneas de nuestros destinos se hablaban. Ahora mi puño cerrado era envuelto por su mano. Esto duró lo que duró la película: cuando una mano ya no se abre como una flor.

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