domingo, agosto 03, 2025
martes, julio 22, 2025
El oficio de limpiar, el caos y la escritura
Pocas cosas disfruto más que limpiar mi casa. Levantarme temprano para aprovechar la luz matutina amarilla que entra por el baño y limpiar cada una de las líneas de pegamento que separan los mosaicos de la pared y el piso. Barrer la alfombra y caminar de puntitas por las orillas para no pisarla y no estropear la superficie parejita de los pelos volteando todos hacia un mismo lado. Contemplar el fregadero vacío, los trastes en su sitio, la mesa brillante y las hojas de las plantas limpias; ya es el paraíso cuando logro sacar la basura ese mismo día. Después de esto, contemplo desde diferentes ángulos mi obra; luego, me gusta dormir, siento que floto junto con las partículas de los aromas de pinol y jabón Roma y Zote que se difuminan poco a poco.
Creo que las personas a las que no les gusta limpiar porque lo relacionan con el trabajo y la explotación (en las mujeres lo entiendo, pero en los hombres... no se pasen...) se pierden de practicar una metodología aplicable a cualquier disciplina del orden y de la satisfacción de la recompensa por un trabajo duro y la sensación de que estás cuidando de ti y del espacio que te permite habitar y relajarte.
Siento algo similar cuando escribo, le pongo orden al alboroto de las ideas en mi cabeza y al caos de las emociones atoradas en mi pecho y en mi garganta con carraspera. Luego contemplo el orden de las letras, los puntos y las comas y siento también que floto entre aromas y texturas organizados armoniosamente.
Luego, la casa se ensucia nuevamente, en un par de horas o en días. Pero esto es importante y no debe ser decepcionante porque nos recuerda que la falsa idea de la quietud y estabilidad que siempre estamos persiguiendo --el momento preciso en que ya encontramos el trabajo, la pareja, la casa, el peso, el cabello o la piel perfecta, o que ya estamos libres de deudas y pendientes-- es solo una sensación momentánea, como cuando terminaste de limpiar o pusiste punto final a un texto, pues luego vuelve el caos, el desorden, los pendientes, los pleitos y más emociones e ideas a las que nuevamente hay que llevar a la página para peinarlas, pulirles los zapatitos, cortar sus uñas, coser las bastillas, etc.
lunes, julio 21, 2025
Un millón de cuartos propios, Tamara Tenenbaum
domingo, julio 20, 2025
sábado, julio 19, 2025
lunes, julio 07, 2025
sábado, junio 28, 2025
lunes, junio 09, 2025
Las Kodak girls
En las décadas del veinte y treinta del siglo pasado, la empresa Kodak cambió el público a quien iba dirigida la publicidad de las cámaras portátiles, de las familias giró y se dirigió ahora hacia las mujeres independientes, considerándolas principales usuarias de la nueva tecnología. Esta publicidad "autorizaba" a las mujeres a andar en los espacios públicos y retratarlos, interpretar el munto a través de su mirada. La tecnología le daban a la mujer un "derecho a mirar" que antes no tenía y que Kodak aprovechó al máximo en su publicidad.
sábado, junio 07, 2025
viernes, junio 06, 2025
miércoles, junio 04, 2025
viernes, mayo 30, 2025
lunes, mayo 26, 2025
Mujeres que molestan mujeres
Hay mujeres de manos largas que molestan a las mujeres de manos cortas. Desde lo lejos, extienden sus largos dedos hasta alcanzarlas. Les pican las costillas, les jalan las greñas, les tapan la boca, las toman de las pantorrillas para hacerlas tropezar, les pican los ojos, las ahorcan, las abofetean, las aprietan de las muñecas, etc. Cuando una mujer de manos cortas se ha ganado el odio de una mujer de manos largas, en cualquier momento puede sufrir un ataque.
Tuve una vez una jefa de manos y dedos muy largos. Su piel estaba cubierta de manchas porque ya era vieja. Sus dedos deformes llevaban anillos de oro con rubíes y esmeraldas. Aunque yo me encontraba lejos de ella, en otro edificio, en otra colonia o en otra ciudad, sus manos me alcanzaban. Me tapaban la boca y nariz para que no pudiera hablar ni respirar. A veces me pellizcaba o me clavaba las uñas. En las puntas, sus dedos tenían pequeñas boquitas con dientecitos que me mordían y arrancaban trozos de piel. Por mucho tiempo llevé moretones y heridas abiertas todo el tiempo. Yo trataba de esquivar sus ataques pero pocas veces lo lograba, mis manos eran demasiado pequeñas para sostener las suyas, además, ella tenía un séquito de mujeres de manos pequeñas, pero de ojos y orejas grandes, y de odios y miedos aún más grandes que la ayudaban. Le avisaban cuando yo estaba desprevenida o me empujaban entre varias a un sitio en el que mi jefa pudiera mejor alcanzarme y jalonearme y sacudirme.
Terminó aplastándome de un manotazo. Un día que estaba molesta porque hacía calor, y en el que su asistente le había servido el café muy caliente, su chofer había llegado tarde y había pisado un charco por accidente llevando sus zapatos de gamuza miel que tanto le gustaban y que había comprado en un viaje a Chicago con su esposo.
Me gané su odio no por tener manos pequeñas sino por no sentir vergüenza por ello; por no pedirle perdón cada vez que me llamaba a su oficina y presentarme ante ella con manos tan cortas; por no codiciar sus largos dedos y todas sus habilidades. Por no alabarlos, como lo hacían las otras mujeres, las que me utilizaban para entretenerla: se arrodillaban cuando ella pasaba y siempre la acompañaban y seguían a todos lados. Hay un nombre para las mujeres de manos cortas que apoyan a las mujeres de manos largas, así las llamamos, pero hoy no lo voy a escribir.
domingo, mayo 25, 2025
Smail – a therapist, but one who makes the question of power central to his practice – confirmed the hypotheses about depression that I had stumbled towards. In his crucial book The Origins of Unhappiness, Smail describes how the marks of class are designed to be indelible. For those who from birth are taught to think of themselves as lesser, the acquisition of qualifications or wealth will seldom be sufficient to erase – either in their own minds or in the minds of others – the primordial sense of worthlessness that marks them so early in life. Someone who moves out of the social sphere they are ‘supposed’ to occupy is always in danger of being overcome by feelings of vertigo, panic and horror: “…isolated, cut off, surrounded by hostile space, you are suddenly without connections, without stability, with nothing to hold you upright or in place; a dizzying, sickening unreality takes possession of you; you are threatened by a complete loss of identity, a sense of utter fraudulence; you have no right to be here, now, inhabiting this body, dressed in this way; you are a nothing, and ‘nothing’ is quite literally what you feel you are about to become.”
For some time now, one of the most successful tactics of the ruling class has been responsibilisation. Each individual member of the subordinate class is encouraged into feeling that their poverty, lack of opportunities, or unemployment, is their fault and their fault alone. Individuals will blame themselves rather than social structures, which in any case they have been induced into believing do not really exist (they are just excuses, called upon by the weak). What Smail calls ‘magical voluntarism’ – the belief that it is within every individual’s power to make themselves whatever they want to be – is the dominant ideology and unofficial religion of contemporary capitalist society, pushed by reality TV ‘experts’ and business gurus as much as by politicians. Magical voluntarism is both an effect and a cause of the currently historically low level of class consciousness. It is the flipside of depression – whose underlying conviction is that we are all uniquely responsible for our own misery and therefore deserve it.
"Good for nothing", Mark Fisher
sábado, mayo 24, 2025
miércoles, mayo 21, 2025
Quien ama no se aferra tan sólo a los «defectos» de la amada, ni a los caprichos o debilidades de una mujer; mucho más duradera e inexorablemente que cualquier belleza le atan las arrugas del rostro y las manchas de la piel, los vestidos raídos y un andar disparejo. Esto se sabe hace ya tiempo. ¿Y por qué? De ser cierta esa teoría según la cual las sensaciones no anidan en la cabeza, y sentimos una ventana, una nube o un árbol no en el cerebro, sino más bien en el lugar donde los vemos al contemplar a la mujer amada también estamos fuera de nosotros mismos. Aunque, en este caso, torturadamente tensos y embelesados. Deslumbrada, la sensación revolotea como una bandada de aves en el resplandor de la mujer. Y así como los pájaros buscan refugio en los frondosos escondites del árbol, las sensaciones huyen hacia las arrugas umbrosas, los gestos sin gracia y las manchas insignificantes del cuerpo amado, donde se acurrucan, seguras, como en un escondrijo. Y ningún paseante ocasional adivinará que precisamente ahí, en aquellos rasgos imperfectos, criticables, anida, veloz como una flecha, el ímpetu amoroso del adorador.
"Estas plantaciones se encomiendan a la protección del público"
jueves, mayo 15, 2025
Andrea Marcolongo
Etimologías para sobrevivir al caos
miércoles, mayo 14, 2025
Llámalo por su nombre - Editorial
lunes, mayo 12, 2025
Me gusta la escritura pastosa, aromática, líquida, pegajosa, rasposa, llena de arbustos, de costras, de abismos, de contradicciones, de incertidumbres.
Aunque, si me preguntas, siempre pienso que la escritura que más me gusta, es la que está en desventaja, la que está pudriendose sin cocinarse, la que nunca se logró, la que no existe fuera del cuerpo de quien no la ha escrito, y la trae atorada en la garganta, en el pecho, en el estómago, en las entrañas, en el culo, o corriendo por su sangre, o expulsándola a cada respiración. Esa es la que prefiero, la que me gusta pensar que mantiene viva a su autora, que se enfrenta al mundo como si fuera una gran piedra, y no logra tumbarla para escribir, pero sigue rumiando las palabras, sus sonidos, las ideas siguen flotando en su cabeza. Esa escritura se sigue añejando, sigue tomando un cuerpo, aunque nunca llegue a la hoja. Esa escritura que no se logra no me parece un fracaso, al contrario, su existencia fantasma sostiene la que si nace, la que sí anda.