Hace un par de días, un tío muy querido murió de COVID. Era primo de mi papá, crecieron juntos. Se querían mucho. Siempre fue muy dulce con mis hermanos y conmigo. Ayer que hablé con mi papá para preguntarle cómo estaba -asumiendo su tristeza- me dijo que todo estaba bien, que a las cosas había que superarlas. Le dije que es normal estar triste y que si tiene ganas de llorar que llore -mi papá nunca llora-. "Yo no puedo llorar ni mostrarme débil porque soy la cabeza de familia", me dijo "yo siempre tengo que estar fuerte porque si yo me derrumbo, la familia se derrumba". Alcancé a notar que por unos momentos su voz se quebraba, pero luego se contuvo y volvió a decirme que no me preocupara. Yo tampoco había llorado con la noticia de la muerte de mi tío, sentí mucha tristeza pero no había llorado. Cuando colgué con mi papá finalmente pude llorar. Primero, por la muerte de mi tío, cuyo cuerpo lo había reclamado el reino de los virus, pero luego, y creo que fue lo que más me dolió, la forma en que mi papá ha entendido la masculinidad y la forma en que la ha vivido. Mi papá se ha autoimpuesto una mentira: se dijo que él no es vulnerable porque es su obligación no serlo. Es muy triste no poder estar triste.
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