lunes, septiembre 18, 2017




Cuando Adán y Eva vivían en el paraíso, no existía la lluvia. Agua, en la poética forma de vapor, se elevaba y lo rociaba todo. Agua cayendo del cielo a la tierra fue una idea que le vino a Dios en los tiempos de Noé derivada de su intención de terminar con los seres humanos ahogándolos. 

La primigenea pareja, mientras estuvo en el paraíso, jamás tuvo que pensar en guarecerse, así como nunca tuvo que preocuparse de inventar las palabras que nacen de las necesidades, como "cubrirse",  "paraguas" o "cobertizo", por ejemplo.

La relación de la pareja con las palabras es fascinante.

En el Paraiso, el trabajo de Adán era darle nombre a la fauna, ( ¿el de Eva a las flores y plantas?). 

El Génesis cuenta que la pareja inventó la palabra desnudez, no a partir de las inclimencias del clima, sino a partir de una sensación que, aunque también localizada en el cuerpo, era más complejo de ubicar: la culpa.

Cuando ambos comieron del fruto del árbol prohibido se escondieron sabiendo que algo indebido habían hecho. Dios, al no verlos, los buscó. Al encontrarlos les preguntó por qué se escondían, a lo que Adán contestó que era porque estaban desnudos y sentían vergüenza. (Adán mintió).

¿Era la primera vez que nombraban algo invisble e intangible? Existía algo que no se veía y no se tocaba pero era necesario nombrarlo (¿para compartirlo?).

Lo invisible se hizo presente.

Cuando la serpiente le dijo a Eva que al comer la Fruta sería similar a Dios, no la engañó. Le dijo una verdad que la serpiente descubrió cuando presenció la creación: con las palabras se revelan universos.





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