Esta mañana recolecté higos en el jardín. Colgaban en
forma de gotas, como puños morados.
Pensé en hacer mermelada con ellos. Cuando los cortaba, un líquido blanco
escurría del frágil brazo silvestre del que pendían. Enjuagué el más maduro y
luego mordí su piel aterciopelada. Su pulpa rojiza y opulenta era suave y dulce.
Lo mordí nuevamente. Pensé en tomarle una foto. Cuando me acerqué a la luz para observar su
centró alcancé a ver pequeñas criaturas
grisáceas de múltiples patas que se movían lentamente,
repugnantemente. No lo arrojé en seguida, me hipnotizó
el movimiento coreográfico de todas aquellas patas. Ahora, después de aquella primera y única mordida, las imagino
moviéndose de la misma manera dentro de mi estómago .
miércoles, octubre 07, 2015
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