martes, junio 24, 2014
Debería existir un nombre para el último lazo que existe entre un diente y la encía. Debería haber alguien que con seriedad se diera a la tarea de inventarlo. Y si ya existe, debería alguien que conozca ese nombre, decírmelo.
.También ese alguien, el que inventa o el que ya sabe, -- el que inventa y el que sabe puede ser en todo caso la misma persona, considerando que primero lo inventa y por consiguiente, luego lo sabe-- recordar la infancia y nombrar dos momentos: el primero, cuando después de que paulatinamente se ha ido debilitando la conexión del diente con la carne el diente vacila y está a punto de caerse pero no cae; y el segundo, la diminuta partícula de tiempo en que se separa del cuerpo, la ruptura, el último instante de unión que es también el primero de su incipiente independencia. Sería importante también nombrar algunas sensaciones que son exclusivas de esos momentos: el miedo o la angustia antes de que el lazo de carne se rompa, el suave dolor cuando esto sucede y después de que el breve trauma ha pasado, la sensación de frotar con la lengua la cavidad que alguna vez albergó un menhir de hueso.
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