El oficio de limpiar, el caos y la escritura
Pocas cosas disfruto más que limpiar mi casa. Levantarme temprano para aprovechar la luz matutina amarilla que entra por el baño y limpiar cada una de las líneas de pegamento que separan los mosaicos de la pared y el piso. Barrer la alfombra y caminar de puntitas por las orillas para no pisarla y no estropear la superficie parejita de los pelos volteando todos hacia un mismo lado. Contemplar el fregadero vacío, los trastes en su sitio, la mesa brillante y las hojas de las plantas limpias; ya es el paraíso cuando logro sacar la basura ese mismo día. Después de esto, me gusta dormir, siento que floto junto con las partículas de los aromas de pinol y jabón Roma y Zote que se difuminan poco a poco.
Creo que las personas a las que no les gusta limpiar porque lo relacionan con el trabajo y la explotación (en las mujeres lo entiendo pero en los hombres... no se pasen...) se pierden de practicar una metodología aplicable a cualquier disciplina del orden y de la satisfacción de la recompensa por un trabajo duro y la sensación de que estás cuidando a ti y al espacio que te permite habitar y relajarte.
Siento algo similar cuando escribo, le pongo orden al alboroto de las ideas en mi cabeza y al caos de las emociones atoradas en mi pecho y en mi garganta con carraspera. Luego contemplo el orden de las letras, los puntos y las comas y siento también que floto entre aromas y texturas organizados armoniosamente.
Luego, la casa se ensucia nuevamente, en un par de horas o en días. Pero esto es importante y no debe ser decepcionante porque nos recuerda que la falsa idea de la quietud y estabilidad que siempre estamos persiguiendo --el momento preciso en que ya encontramos el trabajo, la pareja, la casa, el peso, el cabello o la piel perfecta, o que ya estamos libres de deudas y pendientes-- es solo una sensación momentanea, como cuando terminaste de limpiar o pusiste punto final a un texto, pues luego vuelve el caos, el desorden, los pendientes, los pleitos y más emociones e ideas a las que nuevamente hay que llevar a la página para peinarlas, pulirles los zapatitos, cortar sus uñas, coser las bastillas, etc.