martes, julio 22, 2025

 

El oficio de limpiar, el caos y la escritura

Pocas cosas disfruto más que limpiar mi casa. Levantarme temprano para aprovechar la luz matutina amarilla que entra por el baño y limpiar cada una de las líneas de pegamento que separan los mosaicos de la pared y el piso. Barrer la alfombra y caminar de puntitas por las orillas para no pisarla y no estropear la superficie parejita de los pelos volteando todos hacia un mismo lado. Contemplar el fregadero vacío, los trastes en su sitio, la mesa brillante y las hojas de las plantas limpias; ya es el paraíso cuando logro sacar la basura ese mismo día. Después de esto, me gusta dormir, siento que floto junto con las partículas de los aromas de pinol y jabón Roma y Zote que se difuminan poco a poco. 

Creo que las personas a las que no les gusta limpiar porque lo relacionan con el trabajo y la explotación (en las mujeres lo entiendo pero en los hombres... no se pasen...) se pierden de practicar una metodología aplicable a cualquier disciplina del orden y de la satisfacción de la recompensa por un trabajo duro y la sensación de que estás cuidando a ti y al espacio que te permite habitar y relajarte. 

Siento algo similar cuando escribo, le pongo orden al alboroto de las ideas en mi cabeza y al caos de las emociones atoradas en mi pecho y en mi garganta con carraspera. Luego contemplo el orden de las letras, los puntos y las comas y siento también que floto entre aromas y texturas organizados armoniosamente. 

Luego, la casa se ensucia nuevamente, en un par de horas o en días. Pero esto es importante y no debe ser decepcionante porque nos recuerda que la falsa idea de la quietud y estabilidad que siempre estamos persiguiendo --el momento preciso en que ya encontramos el trabajo, la pareja, la casa, el peso, el cabello o la piel perfecta, o que ya estamos libres de deudas y pendientes-- es solo una sensación momentanea, como cuando terminaste de limpiar o pusiste punto final a un texto, pues luego vuelve el caos, el desorden, los pendientes, los pleitos y más emociones e ideas a las que nuevamente hay que llevar a la página para peinarlas, pulirles los zapatitos, cortar sus uñas, coser las bastillas, etc. 







lunes, julio 21, 2025



Cualquier persona medianamente cuerda, con cierto acceso a la educación y cierto acceso internet, sabe hoy que ha llegado tarde a todo. Se ha escrito muchísimo (y muy bueno, si una busca bien) sobre cualquier tema que a una se le ocurra, y pretender decir algo sensato es enredarse en infinitas citas para descubrir que, quizás, no hacía falta que se tomara la pluma. Es difícil no envidiar, como persona que escribe, la intrepidez con que se podía afirmar cualquier cosa antes de la academización de todo; era la época de los exploradores de los territorios, pero también de los temas, cuando el solo hecho de haber ido a alguna parte o de haberse dedicado un par de meses a estudiar algo te volvía una fuente valiosa, porque no había nadie que le hubiera dedicado veinte años a ese tema ni maneras de leer desde tu casa sobre lo que pasaba en cualquier parte del mundo. La voz de Virginia tiene la limpieza de esa valentía: la elegancia de quien no tiene que atajarse nada ni necesita llenar todo de notas al pie porque no ha habido tantas otras antes que ella.

Un millón de cuartos propios, Tamara Tenenbaum 



domingo, julio 20, 2025

 


...a woman must have money and a room of her own if she is to write fiction; and that, as you will see, leaves the great problem of the true nature of woman and the true nature of fiction unsolved. 



Virginia Woolf